19.2.10

adrenalinodependiente

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VIVIR AL LÍMITE
data: http://www.imdb.com/title/tt0887912/

No es que “Vivir al límite” (título local para “The hurt locker”) sea una mala película de guerra. No. Es buena. Tal vez, si me apuran un poco, diría que muy buena. Tiene ideas interesantes, está filmada de un modo que llama la atención, hay personajes con un desarrollado perfil sicológico. El problema es el gran barullo mediático que hay detrás de esta película buena, pero sólo buena. “Vivir al límite” no es superior a tantas otras películas de guerra nacidas al influjo del 9/11, obras que la crítica local ignoró sin ningún dejo de culpa. Y está muy lejos de ser la mejor película del año como para llevarse un Oscar en las próximas semanas. Tal vez, para la Academia, que “Vivir al límite” haya sido la única pelicula sobre la guerra de Irak que devolvió la inversión realizada, sea un buen argumento para ubicarla como candidata al Oscar. Pero, insistimos, es muy inferior a una película como “Amor sin escalas” o “Up”, para señalar dos de sus rivales directas.

“Vivir al límite” es la historia de tres soldados, de un cuerpo especial de tareas del ejército norteamericano en Irak. Se dedican a desactivar explosivos, casi todos precariamente armados y sumamente volatiles para desarmar, más aún en el ambiente de franca hostilidad de la población local.

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El filme no trata de explicar la ocupación militar norteamericana en Irak: ni la denuncia ni la apoya. Sólo describe. Lo más interesante del filme es observar la interacción de los soldados norteamericanos con los iraquíes. La sensación es de absoluta confusión. Cuando un iraquí alza su mano desde lejos, los estadounidenses no saben si los están saludando o dando el OK para detonar la bomba que tienen delante suyo. En esos brochazos del contexto, se observa la desorientación de una fuerza de ocupación en un país que no es el suyo.

La columna vertebral de la película es describir (analizar sería decir mucho) la conducta del sargento William James. En el comienzo del filme, el tipo viene a reemplazar al líder del batallón que murió al intentar desactivar una bomba. James, rápidamente, da muestras de ser un loquito descontrolado. El tipo se expone, una y otra, haciendo más peligrosa la situación que ya es grave en sí.

James interactúa con otros dos soldados: Sanborn, el soldado profesional que sigue las reglas pero envidia, secretamente, la audacia de James, y Eldridge, el tipo que está tan asustado en el campo de batalla que su salida en una camilla de enfermería es una profecía autocumplida. Ése es el nudo dramático de la película y alrededor de estos protagonistas giran los conflictos que se reducen a una sucesión de artefactos explosivos que hay que desactivar.

Tal vez, ésa sea la mayor crítica al guión de “Vivir al límite”, que el desarrollo del conflicto sicológico de los protagonistas se dé, solamente, a partir del momento de tensión al desarmar una bomba, con el arrojo suicida de James que redobla la apuesta al peligro, un poco más y más, cada vez. Poco sabemos de los protagonistas, antes y después de la guerra, poco para deducir.

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Kathryn Bigelow eligió un tono semidocumental muy acertado para contar la historia, con una cámara inquieta, con tomas filmadas desde distintos puntos de vista. Esa elección estética es más que correcta y responsable de la tensión que tienen las escenas del desmonte de los aparatos explosivos.

En suma: “Vivir al límite” es una buena película. Si va al cine esperando La Gran Película Bélica, no. No lo es. Si duda, compárela con “Apocalipsis Now” si de cimas hablamos. Vaya con bajas expectativas y no estará tan mal.

De las escenas, nos quedamos con la secuencia de James parado en el medio de seis bombas, incluyendo el momento en el que le apunta con su arma a un taxista iraquí entrometido; la escena del hombre bomba; la elección del cereal en el supermecado; la última escena del filme.

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Frases:

La furia de la batalla es a menudo una potente y letal adicción, para la guerra es una droga. La guerra es una droga.

Quiero morir cómodo.

¡Púdrete, Will! ¡En verdad, púdrete! Gracias por salvarme la vida, pero no debimos haber ido a buscar problemas. ¡Eres un maldito adicto a la adrenalina, cabrón!

-Estoy listo para morir, James.
-Pues no morirás aquí, hermano.
-Si explotan dos motores y me cortan la garganta, me desangraré como un cerdo en la arena. A nadie le importará una mierda. O sea a mis padres les importa, pero ellos no cuentan. ¿Quién más? Ni siquiera tengo un hijo.
-Pues tendrás mucho tiempo para eso, viejo.
-No, viejo. ¿Sabes? Terminé. Quiero un hijo. Quiero un varoncito, Will. ¿Cómo lo hacés? ¿Arriesgarte?
-No sé, yo sólo... Supongo que no piensas en eso.
-Pero te das cuenta que cada vez que te pones el traje, cada vez que salimos, es vivir o morir. Tiras los dados. Y lo haces, Will. Te das cuenta de eso, ¿verdad?
-Sí. Sí, me doy cuenta. Pero no sé porqué... No lo sé, J.T. ¿Sabes por qué soy como soy?
-No. No lo sé.

Te encanta jugar con eso. Te gustan los peluches. Quieres a tu mami y a tu papi. Te gusta tu pijama. Te gusta todo, ¿no? ¡Sí! ¿Sabes qué, amigo? Cuando crezcas, muchas de esas cosas que te encantan no te parecerán tan especiales. Sabes, como esta caja... Tal vez, te das cuenta que es sólo un pedazo de metal y un muñeco de peluche. Y sólo quedarán unas cuantas cosas que realmente amas. Y cuando llegues a mi edad, tal vez sea una o dos cosas. De hecho, creo que sólo una.

Días restantes para la rotación de la Compañía Delta: 365.

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