3.2.14

experiencias urbanas: mucho Austen, poco sexo

Subte, un miércoles a la mañana, hora pico, sube una veterana junior, maquillaje a medias estridente, blusa floreada y aros grandes repitiendo el diseño floral. Cartera bajo el brazo; libro en la mano. Buen aspecto: todavía promete guerra pero se nota que viene aflojando en el campo de batalla. Al lado, gordito canoso, camisa mangas cortas, jeans, alguna mancha de psoriasis en la nuca, sonrisa con hoyuelos. Entraron al subte hablando animadamente.

En cuanto la veterana junior vio que había un espacio, se acomodó, abrió el libro (“Orgullo y Prejuicio”) y se puso a leer, ignorando al gordito que sacó el celular y se puso a mandar mensajes hasta que llegaron a la estación de destino.

¡Ay, ingrata! En busca del Darcy ideal ignorando al, tal vez menos agraciado pero más corpóreo, gordito que está a tu lado y espera ansioso tu charla. ¡Largá los libros, nena, que no aseguran sexo! Archivá a Darcy por un rato, que esos tipos sólo se encuentran en las novelas. Y tomate el tiempo para mirar al gordito que tenés al lado que, a escondidas, te relojea entre mensaje y mensaje, esperando que te dignés a tenerlo en cuenta.

O te vas a quedar para vestir santos, leyendo novelas de amor.

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